DiosPecadoJesusLa BibliaBautismoMisiones

Dios

No hay sino un solo Dios, el único viviente y verdadero, quien es infinito en su ser y perfecciones; espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros o pasiones; inmutable, inmenso, eterno, incomprensible, todopoderoso, sabio, santo, libre, absoluto, que hace todas las cosas según el consejo de su propia voluntad, que es inmutable y justísima y para su propia gloria. También Dios es amoroso, benigno y misericordioso, paciente, abundante en bondad y verdad, perdonando toda iniquidad, transgresión y pecado, galardonador de todos los que le buscan con diligencia, y sobre todo muy justo y terrible en sus juicios, que odia todo pecado y que de ninguna manera dará por inocente al culpable.

Dios posee en sí mismo y por si mismo toda vida, gloria, bondad y bienaventuranza; es suficiente en todo, en sí mismo y respecto a si mismo, no teniendo necesidad de ninguna de las criaturas que El ha hecho, ni derivando ninguna gloria de ellas, sino que solamente manifiesta su propia gloria en ellas, por ellas, hacia ellas y sobre ellas. Él es la única fuente de todo ser, de quien, por quien y para quien son todas las cosas, teniendo sobre ellas el más soberano dominio, y, haciendo por ellas, para ellas y sobre ellas toda su voluntad. Todas las cosas están abiertas y manifiestas delante de su vista; su conocimiento es infinito, infalible e independiente de toda criatura, de modo que para El no hay ninguna cosa contingente o incierta. Es santísimo en todos sus consejos, en todas sus obras y en todos sus mandatos. A Él son debidos todo culto, adoración, servicio y obediencia que tenga a bien exigir de los ángeles, de los hombres y de toda criatura.

En la unidad de la Divinidad hay tres personas de una sustancia, poder y eternidad; Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El Padre no es engendrado ni procede de nadie; el Hijo es eternamente engendrado del Padre, y el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo.

Pecado

Nuestros primeros padres, seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron al comer del fruto prohibido. Quiso Dios, conforme a su sabio y santo propósito, permitir este pecado habiendo propuesto ordenarlo para su propia gloria.

Por este pecado cayeron de su rectitud original y perdieron la comunión con Dios, y por tanto quedaron muertos en el pecado, y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo.

Siendo ellos el tronco de la raza humana, la culpa de este pecado les fue imputada, y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se transmitieron a la posteridad que desciende de ellos según la generación ordinaria.

De esta corrupción original, por la cual estamos completamente impedidos, incapaces y opuestos a todo bien, y enteramente inclinados a todo mal, proceden todas nuestras transgresiones actuales.

Esta corrupción de naturaleza permanece durante esta vida en aquellos que son regenerados; y, aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en Cristo, sin embargo, ella, y todos los efectos de ella, son verdadera y propiamente pecado.

Todo pecado, ya sea original o actual, siendo una transgresión de la justa ley de Dios y contrario a ella, por su propia naturaleza trae culpabilidad sobre el pecador, por lo que este queda bajo la ira de Dios, y de la maldición de la ley, y por lo tanto sujeto a la muerte, con todas las miserias espirituales, temporales y eternas.

De Cristo y la Salvación

Agrado a Dios en su propósito eterno, escoger y ordenar al Señor Jesús, su unigénito Hijo, para que fuera el Mediador entre Dios y el hombre; Profeta, Sacerdote y Rey; el Salvador y Cabeza de su Iglesia; el Heredero de todas las cosas, y Juez de todo el mundo; desde la eternidad le dio Dios un pueblo que fuera su simiente y para que, a debido tiempo, lo redimiera, llamara, justificara, santificara y glorificara.

El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomo sobre si la naturaleza humana con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades comunes, mas sin pecado. Fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, de la sustancia de ella. Así que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión composición o confusión alguna. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un solo Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre.

El Señor Jesús, en su naturaleza humana unida así a la divina, fue ungido y santificado con el Espíritu Santo sobre toda medida, y posee todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, pues agrado al Padre que en él habitase toda plenitud, a fin de que siendo santo, inocente, inmaculado, lleno de gracia y de verdad, fuese del todo apto para desempeñar el oficio de un mediador y fiador. Cristo no tomo por si mismo este oficio, sino que fue llamado para ello por su Padre, quien puso en sus manos todo juicio y poder, y le mando que desempeñara tal oficio.

El Señor Jesús, con la mayor voluntad tomo para si este oficio, y para desempeñarlo, fue puesto bajo la ley, la que cumplió perfectamente; padeció los más crueles tormentos directamente en su alma y los más dolorosos sufrimientos en su cuerpo; fue crucificado y murió, fue sepultado y permaneció bajo el poder de la muerte, aun cuando no vio corrupción. Al tercer día se levanto de entre los muertos con el mismo cuerpo que tenía cuando sufrió, con el cual también ascendio al cielo y allí está sentado a la diestra del padre, intercediendo, y cuando sea el fin del mundo volverá para juzgar a los hombres y a los ángeles.

El Señor Jesucristo, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de si mismo que ofreció una sola vez por el Espíritu eterno de Dios, ha satisfecho plenamente a la justicia de su Padre, y compro para aquellos que éste le había dado, no solo la reconciliación, sino también una herencia eterna en el reino de los cielos.

Aún cuando la obra de la redención no fue consumada por Cristo sino hasta después de su encarnación, sin embargo, la virtud, la eficacia y los beneficios de ella, fueron comunicados a los elegidos en todas las épocas transcurridas desde el principio del mundo en y por medio de las promesas, tipos y sacrificios, en los cuales Cristo fue revelado y señalado como la simiente de la mujer que heriría a la serpiente en la cabeza, y como el cordero inmolado desde el principio del mundo, siendo él, el mismo ayer, hoy y siempre.

Cristo en la obra de mediación, actúa conforme a ambas naturalezas, haciendo por medio de cada naturaleza lo que es propio de ella; (1) aunque por razón de la unidad de la persona, lo que es propio de una naturaleza, algunas veces se atribuye en la Escritura a la persona dominada por la otra naturaleza.

A todos aquellos para quienes Cristo compro redención, les aplica y comunica cierta y eficazmente la misma; intercediendo por ellos revelándolos en la palabra y por medio de ella los misterios de la salvación; persuadiéndoles eficazmente por su Espíritu a creer y a obedecer; y gobernando sus corazones por su palabra y Espíritu, venciendo a todos sus enemigos por su gran poder y sabiduría, de tal manera y forma que sea más de acuerdo con su maravillosa e inescrutable dispensación.

La Biblia

Aunque la luz de la naturaleza y las obras de creación y de providencia manifiestan la bondad, sabiduría, y poder de Dios de tal manera que los hombres quedan sin excusa, sin embargo, no son suficientes para dar aquel conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación; por lo que le agradó a Dios en varios tiempos y de diversas maneras revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su Iglesia; y además, para conservar y propagar mejor la verdad y para el mayor consuelo y establecimiento de la Iglesia contra la corrupción de la carne, malicia de Satanás y del mundo, le agradó dejar esa revelación por escrito, por todo lo cual las Santas Escrituras son muy necesarias, y tanto más cuanto que han cesado ya los modos anteriores por los cuales Dios reveló su voluntad a su Iglesia.

Bautismo

El Bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo, no solo para admitir solemnemente en la iglesia visible a la persona bautizada, sino también para que sea para ella una señal y un sello del pacto de gracia, de su adopción en Cristo, de su regeneración, de la remisión de sus pecados, y de su rendición a Dios por Jesucristo, para andar en novedad de vida. Este sacramento, por institución propia de Cristo debe continuarse en su Iglesia hasta el fin del mundo. Hay solamente un bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

¿Cual es el Metodo de Bautismo?

No es necesaria la inmersión de la persona en el agua; sin embargo se administra correctamente el bautismo por la aspersión o efusión del agua sobre la persona.

¿Quienes han de ser bautizados?

No sólo han de ser bautizados los que de hecho profesan fe en Cristo y obediencia a ÉL, sino también los niños hijos de uno o de ambos padres creyentes.

La eficacia del bautismo no está ligada al preciso momento en que es administrado; sin embargo, por el uso correcto de este sacramento, la gracia prometida no solamente se ofrece, sino que realmente se manifiesta y se otorga por el Espíritu Santo a aquellos (sean adultos o infantes) a quienes corresponde aquella gracia, según el consejo de la propia voluntad de Dios; en su debido tiempo.

Misiones

La Iglesia Presbiteriana Sion se esfuerza en cumplir con la gran comisión dada por nuestro Señor Jesucristo a sus discipulos de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura comenzando por la comunidad de Sunset Park, Brooklyn. Nuestra función es proclamar la verdad de Cristo cofiando de que el crecimiento lo da el Espíritu de Dios para la gloria de Dios Padre.

Tomado en su mayoria de la Confesion de fe de Westminster.